26.3.09

Snif


En una película perdida de la novelle vague francesa (cuyo nombre no recuerdo), se ejemplifica, de una manera brutal, la postal más sórdida del arrabal. Del arrabal en tanto desarraigo. Más adelante, con hollywood en el medio, el arrabal encontraría su protagonista estrella en el white trash. Lo cierto es que hace unas décadas, la escena levantó algo de revuelo que hoy ni siquiera causaría rubor en una pia novicia. La escena tal como la recuerdo es, más o menos, así:

Imaginemos un mesa derruida dentro de un bar, de paredes pintarrajeadas y una barra en agonía. En un plano medio, dos hombres conversan. Por la iluminación, deducimos que la penumbra es solo adentro. Fuera, hay sol. De pronto, por el lado izquierdo, una mujer de carnes abundantes y prendas apretadas, sin el menor atisbo de coquetería, se deposita en una de las sillas. Ellos, embotados por algún licor, no reparan en su repentina y obesa presencia, hasta que su mano de dedos regordetes se estira y coge la palma de uno de ellos. La soba, la estruja, la hace sudar. Quiso ser un guiño, quiso ser una sonrisa, quiso ser una invitación. Todo junto pero mal hecho. Sin magia. Sin sugerencia. Ellos no reaccionan concentrados en las tareas líquidas. Cuando la escena no podía ser más patética (la elefantiásica mujer rogando por dinero), uno de ellos voltea y le dirige unas palabras:

-¿Tienes coca?
-Si. Lo que quieras.
-¿Puedo jalar coca sobre una de tus tetas?

Un cierre fulminante. "Sí. Lo que quieras". Fade.

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